¿Qué significa ser alcohólico?
Ser alcohólico va mucho más allá de beber ocasionalmente o disfrutar de una copa de vino por la noche. El alcoholismo, también conocido como dependencia del alcohol, es una enfermedad grave caracterizada por el hecho de que la persona afectada ya no es capaz de controlar su consumo de alcohol. El alcohol suele ser necesario para sentirse "normal" o para hacer frente a los retos cotidianos. Se desarrolla un ansia tan intensa que eclipsa todas las demás prioridades de la vida. Esta enfermedad no sólo tiene consecuencias físicas, sino también psicológicas y sociales que pueden repercutir profundamente en la vida de la persona afectada y de quienes la rodean. Reconocer esta adicción puede ser difícil, ya que muchas personas viven en una especie de represión durante mucho tiempo y justifican su consumo de alcohol ante sí mismas y ante los demás.
Signos de alcoholismo: ¿cuándo hablamos de dependencia?
La línea que separa el consumo "normal" de alcohol de la adicción suele ser difusa. Sin embargo, hay algunos signos claros que indican que el consumo de alcohol se ha vuelto problemático. Una de las señales más comunes es un fuerte deseo de consumir alcohol. Los afectados tienen la sensación de que ya no pueden relajarse o funcionar sin alcohol. Otra señal de alarma es la pérdida de control: aunque exista el deseo de beber menos, a menudo no es posible reducir el consumo. La cantidad de alcohol consumida se sobrepasa con más frecuencia de lo previsto, y a menudo se oculta el consumo a los demás o se le resta importancia. Otra señal de alarma es cuando se descuidan las aficiones, el trabajo o los contactos sociales porque el alcohol ocupa un lugar central. Cualquier persona que observe que organiza su vida en torno al consumo de alcohol o que su salud y bienestar se resienten debe considerarlo una señal de alarma grave.
Diferencia entre abuso de alcohol y alcoholismo
Existe una sutil pero importante diferencia entre abuso de alcohol y alcoholismo. El abuso de alcohol se refiere a alguien que bebe demasiado con regularidad sin ser necesariamente dependiente física o mentalmente. Esto puede provocar, por ejemplo, problemas a corto plazo como resacas, fallos de memoria o conflictos en el entorno social. El alcoholismo, en cambio, va más allá: en este caso existe una dependencia real en la que los afectados ya no pueden prescindir del alcohol y organizan toda su vida en torno a su consumo. Los alcohólicos no sólo beben para divertirse o relajarse, sino que necesitan el alcohol para sentirse bien. Mientras que el abuso del alcohol suele desencadenarse por factores externos como el estrés o la presión social, el alcoholismo es una enfermedad que tiene consecuencias sanitarias y sociales a largo plazo.
Consecuencias físicas y psicológicas del alcoholismo
Las consecuencias del alcoholismo crónico son devastadoras, tanto para el cuerpo como para la psique. En el plano físico, los alcohólicos suelen padecer enfermedades graves como cirrosis hepática, gastritis o enfermedades cardiovasculares. El sistema nervioso también se ve gravemente afectado, lo que puede provocar trastornos de memoria, temblores o incluso daños nerviosos permanentes. El organismo se debilita y es más susceptible a infecciones y otras enfermedades. El alcoholismo tiene efectos psicológicos igualmente graves. Los afectados suelen sufrir depresión, ansiedad o inestabilidad emocional general. El alcohol se convierte en una especie de "escape" para hacer frente a sentimientos desagradables o al estrés. Sin embargo, esto a menudo conduce a un círculo vicioso, ya que los problemas psicológicos se agravan por el consumo de alcohol. A esto se añade el aislamiento social, ya que los afectados suelen alejarse de amigos y familiares.
Alcoholismo: efectos en la vida social
No sólo la salud, sino también la vida social se resiente enormemente de la adicción al alcohol. Los alcohólicos suelen perder el contacto con amigos y familiares a medida que el alcohol va cobrando importancia en sus vidas. Las reuniones con amigos o las celebraciones familiares se evitan o sólo se asiste a ellas si hay alcohol de por medio. El alcoholismo también puede provocar enormes tensiones en las relaciones: Se destruye la confianza, surgen malentendidos y conflictos, que a menudo desembocan incluso en violencia doméstica. Las consecuencias también se dejan sentir en el lugar de trabajo. A los alcohólicos les resulta difícil realizar su trabajo de forma fiable, se produce absentismo o un descenso notable del rendimiento. Muchos de los afectados pierden su empleo o dejan de ser capaces de desempeñar su trabajo en toda su extensión. En última instancia, todo el entorno social sufre los efectos de la adicción, lo que refuerza aún más el círculo vicioso.
¿Existen factores de riesgo genéticos o personales?
No todas las personas que consumen alcohol con regularidad se convierten automáticamente en alcohólicas. Sin embargo, existen ciertos factores de riesgo que aumentan la probabilidad de convertirse en adicto. La predisposición genética es uno de los factores más importantes: Los estudios demuestran que los hijos de padres alcohólicos tienen un mayor riesgo de convertirse ellos mismos en adictos al alcohol. Pero los factores psicosociales también influyen. Las personas que sufren estrés grave, ansiedad o depresión son más propensas a consumir alcohol como estrategia de afrontamiento. Rasgos de personalidad como la impulsividad o una baja tolerancia a la frustración también pueden aumentar el riesgo. Por último, el entorno también desempeña un papel decisivo: las personas que pasan tiempo en un ambiente social en el que se consume alcohol con frecuencia son más propensas a la adicción.
Ayuda a los afectados: ¿cuándo buscar apoyo?
El primer paso para salir de la adicción al alcohol es reconocer el problema. Muchas personas viven negándolo durante mucho tiempo y niegan que sean adictas. Sin embargo, en cuanto alguien se da cuenta de que ya no puede controlar su consumo de alcohol o de que está experimentando consecuencias negativas para su salud y su vida, es importante buscar ayuda en una fase temprana. Hay muchos puntos de contacto, como centros de asesoramiento, grupos de autoayuda o servicios de terapia especializados en la adicción al alcohol. La desintoxicación hospitalaria o la terapia ambulatoria también pueden ser útiles. Es fundamental que los afectados no se avergüencen de buscar apoyo. Cuanto antes se reconozca el problema, mayores serán las posibilidades de abstinencia a largo plazo y de llevar una vida sana sin alcohol.